Reconquista

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Eusebio Gomez de la Puente, 1908 - 336 páginas
 

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Palavras e frases frequentes

Passagens conhecidas

Página 18 - ... enseriábase; él era el hombre, el marido; quería dinero . . • compromisos, negocios. —Afloja veinte pesitos, fiera, que los necesito en serio, anda! ¡ Como si a las paredes los pidiese! Ni un centavo le soltaban. ¿Acaso no se reservaba él la mayor parte del producto de los cuadros, dizque para colores y para lienzos y para barnices y para ... la calle, los amigos, las llegadas tarde en coche, con los ojos muy cargados y la lengua de muchacho de escuela que deletrea las palabras y tartamudea...
Página 284 - ... verdad suprema; el que no se deslumhra con las pedrerías de los tronos y de las coronas y de los cetros; el que llora con el pueblo ya él se inclina piadosamente, y lo acompaña en las noches sin término de su ignorancia, y le promete vengarlo, reclamar en su nombre con la magia del verbo, con la gloria del color y con el hechizo del sonido, todas las grandes reparaciones, todos los inmensos desagravios que le son debidos. Yo amo el arte que sin menoscabo de su majestad, se simplifica para...
Página 14 - Uno, dos, veinte cuando mucho serían los honrados, los convencidos y los sabios que de buena fe suponían realizar obra buena; el resto, la gran masa de preceptores de niños y jóvenes...
Página 283 - Yo amo el arte viril, sacerdote y apóstol; el que se consagra á consolar, cuando no atina á redimir; el que lucha por hacerse escuchar de los desheredados de este mundo; el que fustiga á los tiranos, á los sátrapas, á los caciques; el que se yergue ante los gobiernos poderosos, y como escudo invulnerable y magnífico, opone á sus rayos y á sus iras y á sus persecuciones, la suprema belleza y la verdad suprema; el que no se...
Página 24 - ... súplicas y besos que nadie escuchó de afuera y se posarían en los demás cuadros, en las armas, curiosidades y tapices del artístico retiro, del cuarto de trabajo, de luz y de ensueño . . . Salvador había ido acercándose al cuadro inconcluso, que la muerte ahora truncaba para siempre y al que la faja luminosa que por la puerta del dormitorio se entraba en el estudio, le daba de lleno, alumbrando tétricamente la gloria de la carne desnuda . . . Cuando se halló junto a él, las palabras...
Página 5 - ... según lo que se les amoldaban en los torsos encorvados y en las cabezas trémulas que en ellos se hincaban, para más sollozar, hundidas en su pluma. El estudio naufragaba en las sombras. Los cuadros inconclusos, sin marco, y los concluidos, con sus molduras de oro, fundían sus tonos, esfumábanse y perdían la precisión del dibujo y la dulzura acariciadora del color; dos o tres bronces, aquí y allí, sobre repisas y coronamientos de pupitres monacales, se desvanecían en su propia pátina...
Página 20 - ... cualquiera rompía la unión; casi la destrozaba con lo brutal del tirón inesperado, y cargaba con una de las dos vidas, afeándola y pudriéndola a cruel priesa, para que hasta repugnancia física inspirara en la vida que se quedaba trunca; ya regresaría en su busca otra enfermedad, o la misma, o un accidente, algo despiadado, insensible, inoportuno, imperioso. —¡Hala! ... ¡Al pudridero tú también, que ya aquí sobras! . . . Todavía en las épocas primeras de su orfandad, cuando aún...
Página 23 - ... paseos, fragmentariamente, lo que en el dormitorio iluminado acontecía; algunos de sus muebles familiares, la vasta cama matrimonial, de bronce, en la que él había gozado y había engendrado, en la que Emilia había concebido y había muerto, de hoy más desierta por la esposa, desproporcionada a causa de sus anchuras para que una persona sola la ocupase, pues en su amplitud fabricáronla para el dormir de dos y el procrear de muchos, para el total acercamiento del amor sancionado y honesto,...
Página 331 - Allí deseaba con ansia henchir su vientre de las algarrobas y mondaduras que comían los cerdos; y nadie se las daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Ay, cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo...
Página 12 - ... siempre pensionado mientras los estudios durasen, por el gobernador Mecenas, que así retribuía sabe Dios qué servicios ignorados, a los ancianos menesterosos y labradores, menos parientes que amigos suyos. En México, los años corriendo desbocados, como los potros de sus dehesas nativas. La eran ciudad, pecadora y viciosa, ganándose con priesa grandísima al huésped novel de ella enamorado; mostrándole hoy un defecto y mañana una virtud, una belleza ahora, un lunar después, y hoy y mañana,...

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